Contenido: el corazón de la historia.

 
 
Contar una historia en la pantalla es transmitir un sentimiento. Los relatos que dejan huella perduran en la memoria en parte por su excelencia técnica. Aun así, entender la esencia de una narrativa va más allá de cualquier cálculo. Es imposible llegar a lo que realmente importa sin comprender lo que viven las personas de manera cercana.

 
Coleccionar vivencias es muy valioso: permite que florezcan relaciones estrechas entre los protagonistas de una realidad y quien la documenta. Las personas, los lugares, las sensaciones y la convivencia misma atesoran detalles que solamente se revelan cuando un creador se involucra de lleno. Entretejidos en estos detalles, las claves de una historia se revelan. Saberlas encontrar -sobre todo, elegir aquellas que tocan las fibras más sensibles de la experiencia- requiere paciencia, curiosidad y una mente abierta a lo que le rodea.

 
Esta es la sustancia que, al darle forma, conecta con otros ojos. Si los creadores no se sensibilizan y empapan de las historias que desean contar, sus audiencias no lo harán tampoco.

 
Cada segundo es una oportunidad de lograr esta conexión. Sin olvidar los objetivos de carácter más profesional, es importante darle un lugar primordial a la sensibilidad humana. Sin ella, la audiencia no encontrará nada de sí misma en la pantalla.

 
El corazón de cualquier historia es el contenido. Vacía de él, una historia sin corazón pasará de largo entre sus testigos.
 
 
 

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